La asociación entre el mercurio contenido en algunas
vacunas, y el timerosal como conservante que incluye etilmercurio, que es
claramente neurotóxico, han sido objeto de metaanálisis que confirman su
asociación con el autismo.
El etilmercurio es un derivado del mercurio, y hay cientos
de miles de personas afectadas por este componente de las vacunas. El timerosal
es un compuesto mercurial orgánico que se encuentra presente en algunas
vacunas, lo cual sucede desde hace décadas, a pesar de que es un peligroso
neurotóxico, que incluso en cantidades muy pequeñas puede causar efectos
adversos acumulativos.
A pesar de ello, los Centros para el Control y Prevención de
las Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), de EEUU junto con todos los
organismos internacionales que dicen garantizar la salud, se niegan a admitir
que el mercurio y sus derivados en las vacunas ocasionan el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Estudio de Geir
Bjørklund
En septiembre del año 2017, según informa la web española
DSalud, Geir Bjørklund, científico del Consejo de Medicina Nutricional y
Ambiental de Noruega, publicó en “Environmental
Research” un trabajo denominado “The
toxicology of mercury: Current research and emerging trens” (La toxicología
del mercurio: investigación actual y tendencias emergentes). En dicho trabajo,
define el mercurio (Hg) como “metal
tóxico bioacumulativo persistente con propiedades fisicoquímicas únicas”,
al que nos exponemos a través de la ingesta de mariscos contaminados
(metilmercurio), las amalgamas dentales, las vacunas (etilmercurio) y el agua y
aire contaminados (cloruro de mercurio).
Según afirma en su trabajo, “el mercurio se considera neurotóxico e inmunotóxico y la propia
Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera uno de los diez productos
químicos más peligrosos para la salud pública. Se ha demostrado que la vida
media del mercurio inorgánico en cerebros humanos es de varios años a varias
décadas”. Además, sostiene que “numerosos
estudios muestran vínculos entre la exposición al mercurio orgánico y mayores
riesgos de trastornos del neurodesarrollo; como tics nerviosos, el Trastorno
del Espectro Autista (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) y el retraso en las habilidades del lenguaje y el habla.
Con el tiempo, las formas orgánicas de mercurio se depositan en el cerebro y se
metabolizan a mercurio Hg (Hg2+). Y los mercuriales también pueden provocar
reacciones inmunológicas”.
Incluso la misma Agencia para Sustancias Tóxicas y el
Registro de Enfermedades (ATSDR) de los Centros para el Control y Prevención de
las Enfermedades (CDC) reconoce que los niños pequeños y los fetos son
especialmente sensibles a los efectos dañinos y nocivos del mercurio, como por
ejemplo “daño cerebral, retraso mental,
incoordinación, ceguera, convulsiones e incapacidad para hablar”. Las intoxicaciones por derivados del
mercurio, como el metilmercurio que se encuentra presente en el pescado, son
reconocidas por las entidades de salud mundiales; pero al aplicar el mismo
principio al etilmercurio del timerosal, que constituye el 50% del compuesto,
las mismas entidades sostienen que la cantidad es demasiado pequeña para
resultar tóxica, argumento que no es científicamente válido ni comprobado.
Debemos destacar que Bjørklund sostiene como demostrado que
el mercurio orgánico atraviesa la barrera hematoencefálica.
Estudio de Michael Wagnitz
El Director de Investigación del Departamento de Toxicología
de la Universidad de Wisconsin en EEUU, Michael Wagnitz, realizó un informe
acerca del timerosal contenido en las vacunas contra la Gripe A, en el cual
dictaminó que “el etilmercurio (el tipo
que se encuentra en las vacunas), al igual que el metilmercurio (que se
encuentra en el pescado), es un compuesto de cadena corta de alquilmercurio.”
El informe además consigna que “una vez en sangre ambas sustancias se distribuyen rápidamente por el
cerebro en el que el más inestable, el etilmercurio, se convierte rápidamente
en Hg++ (la forma inorgánica del mercurio), un tipo de mercurio que permanece
atrapado permanentemente y es la forma ligada a las enfermedades degenerativas
del cerebro”.
“Mediante la inyección
del mercurio a través del músculo se proporciona un acceso rápido al torrente
sanguíneo y se evitan todos los mecanismos de desintoxicación del tracto
gastrointestinal”, concluye Wagnitz.
Timerosal: toxina
desaconsejada
Eli Lilly desarrolló en 1930 la toxina, y después de once
meses de que fuera añadida como conservante en forma de timerosal a las vacunas
destinadas a ser aplicadas a bebés junto con otros compuestos, empezó a ser
diagnosticado con cierta frecuencia el autismo en Estados Unidos, un trastorno
que hasta entonces era prácticamente desconocido.
Las evidencias desaconsejaban el uso del timerosal, pero a
pesar de ello en 1991 los CDC recomendaron que los niños fueran inyectados con
vacunas que contenían etilmercurio en las primeras 24 horas de vida como en el
caso de la vacuna contra la Hepatitis B, y en los dos primeros meses con la
vacuna Trivalente (difteria-tétanos-tosferina).
Hacia 1999, por impulso de los CDC, el número de vacunas
aplicadas en los primeros años paso de 11 a 22, aumentando inmediatamente los
casos de autismo en todo el mundo.
Si el autismo no es “contagioso”, y si para ser
“hereditario” deben acreditarse antecedentes genéticos de autistas entre la
ascendencia familiar que no se encuentran, no hallándose tal vinculación,
resulta evidente que hay “algo” que está multiplicando los casos en el mundo de
origen no genético hereditario ni por efecto de contagio.
Metaanálisis de Tina
Jafari
Los metaanálisis son estudios que utilizan técnicas
estadísticas de combinación y de comparación de resultados de diferentes
estudios que abordan un mismo problema, de los cuales se obtiene la mejor
evidencia disponible para abordar una patología y tomar las mejores decisiones
en el cuidado diario de los pacientes. La noticia es que en 2017 se realizaron
dos metaanálisis, comparando los niveles de mercurio en personas sanas con los
de personas que padecen el Trastorno del Espectro Autista.
En septiembre de 2017 fue publicado un estudio en el Journal of Trace Elements in Medicine and
Biology por un equipo de investigadores de la Universidad Shahrekord de Ciencias Médicas de Irán, que fue
coordinado por Tina Jafari. En dicho
trabajo, fue evaluada la relación entre los niveles de mercurio en diferentes
tejidos de personas con Trastorno del Espectro Autista.
El trabajo abarcó el examen de 44 estudios comparando la
presencia de mercurio en la sangre entera, en los glógulos rojos, en el
cabello, orina y tejido cerebral tanto de personas sanas como en enfermos
diagnosticados como afectados de Trastorno del Espectro Autistas originarios de
Egipto, China, Hong Kong, India, Italia, Polonia, Rusia, Eslovenia, Reino
Unido, Jamaika, Kuwait, Arabia Saudita, Omán, México y Estados Unidos.
El estudio concluyó que “los
resultados del metaanálisis revelan que el mercurio es un factor causal
importante en la etiología del Trastorno del Espectro Autista pues las
concentraciones eran significativamente más altas en la sangre, glóbulos rojos
y tejido cerebral de los pacientes con Trastorno de Espectro Autista que en las
personas sanas”.
Los investigadores resaltaron que el organismo humano cuenta
con potentes mecanismos para afrontar la presencia de tóxicos y proteger los
órganos, siendo uno de los principales las glutatión-S-transferasas (GST), que
son enzimas de gran importancia en los mecanismos de desintoxicación celular,
capaces de eliminar los xenobióticos o sustancias nocivas. Estos facilitan la
unión del glutatión con el mercurio a fin de que pueda ser excretarlo a través
de la bilis.
El estudio consigna la opinión de que “en pacientes con Trastorno del Espectro Autista los mecanismos de
desintoxicación están alterados y estos pacientes tienen menor concentración de
glutatión, lo que lleva a la retención de toxinas en el cuerpo”. Prosigue
diciendo que “el proceso de desarrollo
cerebral de los niños y la vulnerabilidad de su barrera hematoencefálica el
mercurio puede acumularse en sus cerebros e iniciar un proceso de estrés
oxidativo y neuroinflamatoroi así como aumentar los niveles de autoanticuerpos
del tejido cerebral, factores importantes en la fisiopatología del autismo y
otros trastornos del neurodesarrollo”.
La conclusión es clara y contundente: “de los resultados se deduce que la exposición al mercurio aumenta el
riesgo de padecer Trastorno del Espectro Autista”.
Metaanálisis de
Saghazadeh y Rezaei
El equipo de la Universidad de Ciencias Médicas de Teherán,
coordinado por Amene Saghazadeh y Nima Rezaei, publicó un artículo en “Progress
in Neuropsychopharmacology and Biological Psychiatry” con el título “Systematic review and meta-analysis links
autism and toxic metals and higlights the impact of country development status:
Higher blood and erythrocyte levels for mercury and lead, and higher hair
antimony, admium, lead and mercury” (cuya traducción es la siguiente: La
revisión sistemática y los metaanálisis vinculan el autismo con metales tóxicos
influyendo en su impacto en el nivel de desarrollo del país: altos niveles de
mercurio y plomo en sangre y eritrocitos y mayores niveles de antimonio
capilar, cadmio, plomo y mercurio en el pelo).
Este metaanálisis no examinó solamente el impacto en el
organismo del mercurio en las vacunas, sino que además el de otros metales
tóxicos como el animonio, el arsénico, el cadmio, el plomo, el manganeso, el
níquel, la plata y el talio. En el mismo, valoraron la presencia de todos ellos
en la sangre entera, el plasma, los glóbulos rojos, el cabello y la orina. A
tales efectos, fueron examinados los resultados de 48 estudios sobre personas
sanas y pacientes afectados por el Trastorno del Espectro Autista de Egipto,
India, Japón, Corea, Kuwait, Omán, Arabia Saudita, Italia, Polonia, Rusia,
Eslovenia, Reino Unido y Estados Unidos.
El resultado reveló que los pacientes con Trastorno del
Espectro Autista tienen niveles más altos de plomo y mercurio en los glóbulos
rojos, y una sinergia entre los distintos contaminantes ambientales. Este
estudio concluye sosteniendo: “nuestros
hallazgos ayudan a resaltar el papel de los metales tóxicos como factores
ambientales en la etiología del Trastorno del Espectro Autista, especialmente
en los países en desarrollo, si bien hay otros factores ambientales que
contribuyen en gran medida a su etiología en los países desarrollados”.
Conclusiones comunes
Los dos metaanálisis hallaron concentraciones
significativamente más altas de mercurio en los glóbulos rojos de los pacientes
con Trastorno del Espectro Autista que en los sanos. Esto se percibió en la sangre
entera y también en los niveles más altos en plomo tanto en los glóbulos rojos
como en la sangre.
No hubo diferencias significativas en los niveles de
mercurio en la orina de los sanos y quienes padecen el Trastorno del Espectro
Autista, pero si en el cabello. Las concentraciones de mercurio en el pelo
fueron significativamente menores en los pacientes con Trastorno del Espectro
Autista, pero al analizar los resultados por continentes, ello sólo sucedía en
EEUU, pero no en el resto del mundo.
En los países desarrollados, los niveles de mercurio en el
cabello de quienes sufren el Trastorno del Espectro Autista son
significativamente más bajos que en los países en desarrollo, siendo la mayoría
de los enfermos estudiados provenientes de EEUU.
Jafari sostiene que las personas que padecen el Trastorno
del Espectro Autista tienen sus mecanismos y rutas de desintoxicación
deterioradas y retienen el mercurio dentro de las células en lugar de
excretarlo mediante el cabello, las heces y la orina. Y la otra explicación es
que en los países desarrollados como EE.UU., suelen estar más contaminados por
metales tóxicos, incluyendo el mercurio, es la enorme cantidad de vacunas
aplicadas a los niños en sus primeros meses de vida. El timerosal en las
vacunas aplicadas a las madres, puede pasar a los fetos, destacando que en EEUU
anualmente se inoculan solamente de la vacuna contra la gripe, que contiene
timerosal, 36 millones de dosis.
Vacunas a embarazadas
El timerosal puede afectar al feto, y mientras tanto se
recomienda vacunar contra la gripe a las mujeres embarazadas, como “grupo de
riesgo”. Afirman quienes buscan tal aplicación que el virus de la gripe puede
provocar durante el embarazo cambios fisiológicos y alteraciones inmunológicas
que afecten a los sistemas respiratorios, cardiovasculares y los órganos de la
madre, y ésta tener mayor riesgo de infecciones y complicaciones potencialmente
graves para ella y el feto. Pero la probabilidad de que esto suceda resulta
prácticamente nula, a la vez que pocas investigaciones han evaluado la
vacunación durante el primer trimestre, período en que el embrión resulta
altamente vulnerable a toda sustancia tóxica.
En enero de 2017, un equipo de la División de Investigación
del Northern California Kaiser Permanente de EEUU, encabezado por Ousseny
Zerbo, publicó en JAMA un trabajo denominado “Association Between Influenza
Infection